De repente, un día sabes que tienes una grave enfermedad o sufres un accidente. Entonces tu vida cambia sin remedio. Para ser exactos, se acaba tal como era.

Todo lo que tu eras como profesional y como persona ha terminado. Pronto descubres que antes no eras imprescindible, pero ahora puede que ni siquiera te necesitan. Los que te rodean han de hacerse a la idea de que tu disponibilidad ya no es absoluta, que ahora eres tu quien necesita ayuda. Puede que incluso te vuelvas dependiente.

Como mínimo esto supone una cura de humildad gratis e instantánea. Pero tu cerebro te dice algo más: estabas jugando un partido, el partido de tu vida y has llegado al final del segundo tiempo. De momento empatando. Así que ahora estás en Tiempo De Prórroga.

Y aún gracias, porque otros no tienen esta oportunidad.

Comprendes que a partir de ahora no es mala idea vivir Sin Esperanza y Sin Miedo, de forma que disfrutes del día a día.

Ves que a lo mejor no es tan malo actuar Sin Propósito, de forma que evitas todo interés en tu obrar. Tu amor es más puro. Tu consejo es más desinteresado. Te alegras o lloras si hay motivo. Y no te da vergüenza ni lo uno ni lo otro.

No eres más buena persona. Pero puede que antes ni siquiera fueras persona, atenazado por las circunstancias. La verdad es que eres más libre por estar menos condicionado. No admites reglas que antes considerabas básicas para conseguir logros y reconocimientos. Ahora el mejor reconocimiento es saber que hay algunas personas que te quieren y que no te cuesta nada quererlas.