Tiempo de tormenta
La tormenta vino cuando su probabilidad empezaba a decaer. Se dió prisa para no quedar mal, limpiando en un pispás las calles de suciedad persistente lanzando metralla de frío granizo. Marchó de noche, dejando tras de si destellos y luces azules como las de la policía al fin de la carrera.

Y todo este montaje para darle la razón a Billie Holliday en su inolvidable Stormy Weather, madre de todos los lamentos por la distancia y soledad. El tiempo borrascoso como paradigma de lo aleatorio, inmanejable y esencialmente igualador del destino, incluida la injusticia que impide conseguir facilmente lo que ansiosamene deseamos y perseguimos con esfuerzo. Pero también limpiador de la suciedad que hace menos agradables nuestras calles. La tormenta, tan caótica ella, sigue sin embargo un ritual o proceso de anticipación, presentación, acción y despedida. Rodeada de un cortejo luminoso de rayos, sonidos y luces.
Se suele hablar de lo aleatorio como potencial multiplicador de cualquier acción en un medio caótico (el famoso Efecto Mariposa), pero más bien yo creo que lo aleatorio hace al mismo tiempo que lo bueno dure lo justo y lo malo no pueda permanecer para siempre. Aquello del «No hay mal que cien años dure, ni gobierno que perdure». Gracias a este fenómeno caótico todo se convierte en un continuo escribir en la arena de la playa. Por eso hay que aprovechar el momento. Billie quería en su canción que su amado estuviera allí y quizá ver juntos cómo la tormenta limpiaba su calle. A veces cosas tan simples hacen que sintamos que somos felices.
