Saltar al contenido.

A verte voy, jardín frondoso, que te quiero verde

¿Alguien sensato puede afirmar que no hay inteligencia en la explosión verde que se produce todas las primaveras?

Nuestro pensamiento, que depende de la condición de pertenecer a una especie animal, tiene difícil admitir otros tipos de inteligencia capaces de tomar decisiones operativas sobre el futuro y la supervivencia. Sin embargo, basta con observar el cambio que se produce todas las primaveras en nuestros campos, que se visten de materia verde, para apreciar una acción coordinada de todos los organismos que llamamos plantas para prepararse al cambio de tiempo más cálido que se avecina. Es una anticipación o previsión del futuro. Y en consecuencia un signo de inteligencia.

A las pruebas me remito (Las imágenes son del paseo junto al rio de la ciudad de Alcalá de Henares):

Está en la naturaleza animal mantenerse siempre alerta, para huir del peligro o para luchar por un objetivo prioritario, que puede ser para defenderse de los malos, o para cazar una presa. Parte de ese comportamiento consiste también en buscar un refugio, que por su propia condición tendrá que ser temporal, aunque nos empeñemos en protegerlo mediante leyes de propiedad o de supremacía territorial y en transmitirlo a nuestra descendencia (normalmente cambiaremos de residencia a lo largo de la vida).

Las plantas quitan de la ecuación la acción de huir, pues ya han elegido su refugio, su territorio, de por vida. Sus decisiones son más pausadas, de alguna forma simplificadas, y se refieren a como van a abordar sus trabajos en cada estación anual, haciendo gala de su capacidad de predicción integrada, de la que disfrutan con la gallardía del valiente que dice, sin escapar de ningún peligro que siente venir, «aquí estoy».

Impasibles, sin dar muestras de desaliento, cuando detectan los oportunos signos del tiempo desarrollan todo su potencial de crecimiento o de retirada, su programa vital. Su ‘movimiento‘ (o, más apropiadamente su acción) en primavera es para crecer y multiplicarse y en otoño para desprenderse de lo que les sobra. Lo único que les dejan con seguridad a su descendencia son los genes. Más sutilmente les dejan también la información de que el lugar donde ha caído la semilla puede ser habitable, pues lo fué para la generación que produjo la semilla.

Me gustan cada vez más las plantas. Me gusta ir a verlas, tan verdes ellas, tan hermosas y valientes.