Saltar al contenido.

CONDUCTA.- P2C4-3- Amor A Los Demás

Amor a los demás como realización del egoísmo (por los beneficios que podemos obtener, por el parecido): ya está en la Biblia

Puede decirse que hacemos aquello que es más agradable o nos defiende de una agresión, es decir: hacemos aquello que nos resulta más útil. No podemos dar sin recibir, a causa de nuestro egoísmo.

No es descabellado pensar que amamos porque ello nos produce placer; si lo analizamos ello puede ser debido a que conscientemente o no recibiremos siempre algo a cambio: protección, defensa, posibilidad de Reproducción Cultural, satisfacción de nuestras sexualidad, etc. De manera que es posible que la naturaleza haya dispuesto que amemos como manera de recibir todo eso, ya que a la larga se establece un nuevo equilibrio entre las personas que se aman y se cumple como en la canción del los Beatles («The End» en «Abbey Road») que «al final, todo el amor que tomas es igual al amor que haces».

El amor sería un mecanismo natural cuya finalidad sería el intercambio de cuidado mutuo para mejorarnos las personas también mutuamente.

En la práctica, nuestro amor a los demás requiere que pongamos algo de nuestra parte en muchas ocasiones. Sin embargo lo que se aporta se ve ampliamente recompensado: La reproducción (biológica o cultural) no es posible en una persona aislada sino que son necesarias, al menos, dos personas. Nuestra moral individual según el esquema aquí trazado, nos estaría impulsando a amar, para recibir a cambio beneficios, que, aislados y sin ofrecer nada no tendríamos esperanza de conseguir.

El amor a los demás sería una manifestación más de nuestro egoísmo: amaríamos por sernos de interés o de utilidad.

Podemos amar a otra persona por su parecido a nosotros, natural o inducido. Este caso, aportado y bautizado como «COMPLEJO DE PIGMALION» por mi profesor de física teórica en la Universidad de Valencia, Joaquín Olivert, a quien rindo tributo en estas páginas, se podría desarrollar como sigue: Amamos a los demás porque nos amamos a nosotros mismos, por los puntos en común que tienen con nosotros, y por tanto nos amamos sólo a nosotros mismos (a lo que de nosotros mismos tienen otros).

Apurando más el razonamiento, podemos amar a otra persona porque es aquello que a nosotros nos gustaría llegar a ser.

Es bastante frecuente el fenómeno del literato artista o pensador entrado en años que se enamora de una joven que se comporta como alumna suya: la ama a consecuencia de haberse reproducido culturalmente en ella. añadiendo a esto la mayor potencialidad y el mayor alcance de la juventud para que la alumna llegue a ser lo que en el profesor es el límite de su capacidad o que incluso jamás podrá ya ser.

Existe la versión del político mayor (que tiene mucho de viejo profesor acomodado) y de su segunda mujer (que con mucha frecuencia se parece a una alumna diligente).

También es bastante común que queramos que otras personas piensen como nosotros o actúen como nosotros lo hacemos (pocos se resisten a dar consejo o a poner la música que les gusta en presencia de otros cuando tienen ocasión): ello nos proporciona el placer de reproducirnos culturalmente a nosotros mismos (de reproducir nuestras ideas), que somos lo que más queremos.

No deberíamos considerar peyorativamente esta tendencia a querernos a nosotros mismos, pues esto permite nuestra propia defensa, como ya hemos analizado antes.

Para realzar aún más lo grande que es el amor a nosotros mismos, recordemos la frase bíblica «amarás a tu prójimo como a ti mismo» pronunciada por Jesús, que predicaba el amor entre los hombres como divisa principal de sus enseñanzas, dando a entender con ello que el máximo amor se siente por uno mismo.

De hecho es muy difícil que alguien que no se ame a si mismo, ame a los demás. Alguien que se maltrata a si mismo con sentimientos de culpa, con ‘auto-reproches’, o que no se ocupa de su propio aseo y apariencia externa, que no valora sus propias habilidades y adopta una postura de sumisión a los deseos de los demás, que no tiene criterio propio, que se ‘auto-flagela’ o se somete a si mismo a daños físicos, que en definitiva no se hace valer, es muy difícil que quiera de verdad a los demás.

Ir al ÍNDICE

1 Comentario »

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: