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CONDUCTA.- P3C9- Tribu Y Guerras De Religión

La tribu y las guerras de Religión.

Las tribus siempre están en guerra entre si. Como cada tribu tiene su Religión, su ley su poder político y su raza, no es de extrañar que haya guerras de religiones, que en nombre de la justicia se masacre, que los reyes pretendan serlo del mayor número de gente posible y que se pretenda aniquilar a la raza vecina. La clave está en la diferencia, en la identificación del otro, del que no pertenece a mi grupo.

Las guerras tribales se basan en que la mejor defensa del grupo es el ataque al rival. el ser humano, limitado de medios físicos corporales para su defensa casi desde su origen, muestra una ilimitada capacidad de autodefensa y destrucción, gracias a los conocimientos y su capacidad de predicción, así como de creación de estructuras.

Una vez acabados los enemigos naturales, el ser humano no tiene depredadores que temer. Entonces continua su frenética competencia con el medio, disputándolo a otros seres humanos. Sin considerar los aspectos éticos de la lucha entre tribus, ésta ha cumplido la misión de mantener la competencia y de fomentar el perfeccionamiento de las estructuras de defensa. Cuando la guerra física de aniquilación del contrario ya no tiene sentido al no verse claramente los rasgos distintivos del rival, se pelea de forma comercial, aumentando la competitividad de la sociedad.

Los grupos humanos de cada época y lugar pueden desarrollar estructuras que son parecidas a las de otros grupos, de complejidad creciente en función del número de miembros distintos de la sociedad, que responden a necesidades concretas. Entre estas estructuras están las familias, los municipios, los ejércitos, las iglesias, etc.

El roce que da la vida en común en un área limitada (históricamente en el ‘burgo’ = neibourhoud = barrio = lugar donde viven los que han nacido cerca, produce situaciones que se repiten y se transforman en costumbres. Llega un momento en que estas costumbres pasan a ser parte de la ‘lista’ de ‘lo que conviene’ y lo que ‘no conviene’ para el grupo, y por tanto en lo ‘bueno’ y en lo ‘malo’, formando la base de la ‘moral’.

Y así es como toda ‘nación’ o grupo de personas que se sienten nacidos o ligados a un mismo origen (o que viven en un determinado lugar) ve a los habitantes de otra nación como ‘distintos’, en la medida que hayan adoptado otras costumbres.

Todo ello se refuerza de manera natural mediante la educación recibida en las escuelas, donde los maestros explican a las nuevas generaciones ‘quienes son’ y qué han de esperar de la vida en la sociedad que les ha generado, y les ponen al corriente de su religión (sus leyes sagradas de las que derivan las demás) y de la lengua.

Son los mecanismos que explotan los nacionalistas para conseguir apoyo en sus pretensiones, que necesariamente pasan por el enfrentamiento con ‘los otros’.

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