CONDUCTA.- P3C8- Conocimiento Y Moral
8.- Conocimiento y moral.
8.1.- Existencia: ‘porqué’ ‘para qué.
La consideración de la existencia de cualquier ser o relación (SOR) entre seres, nos lleva a preguntarnos inmediatamente el ‘porqué’ y ‘para qué’ de su existencia y qué finalidad o utilidad tiene.
Esto es así porque en estas dos preguntas se puede resumir todo lo que nos interesa sobre tal SOR.
* a.- PARA QUÉ = Su relación con nosotros: 1.- Los nexos o relaciones que tenemos con tal SOR. 2.- Si esa relación nos es beneficiosa o perjudicial (en el sentido de que vaya a favor o en contra de nuestra propia existencia).
* b.- POR QUÉ = La causa (a su vez SOR) que hace que exista: 1.- Identificamos la obra con el autor. 2.- Le aplicamos el mismo juicio (beneficioso/perjudicial) al autor que a su obra; de manera que una obra ‘enemiga’ convierte a su autor en ‘enemigo’ o viceversa. de aquí se puede deducir una conclusión importante y es que :
‘EL PORQUÉ’ ESTA EN FUNCIÓN DEL ‘PARA QUE’.
8.2.- el porqué del para qué
Nuestra inteligencia está limitada:
* Porque no es capaz de comprenderlo todo.
* Porque lo que comprende lo comprende de una manera muy peculiar, ya que nuestra inteligencia está en función de nuestra propia existencia.
En efecto: no tendría sentido en ningún ser vivo algo que ‘no sirviera para nada’. Lo que no se utiliza se atrofia. Utilizar es servirse de ello para sobrevivir (en las condiciones actuales o de ser posible en mejores condiciones). Por el contrario aquello que más se utiliza en un ser vivo se perfecciona, en la misma generación por el aprendizaje, o en sucesivas generaciones por la evolución natural.
Está claro que la inteligencia humana se está perfeccionando continuamente, y ello solo puede ser debido a que se utiliza de una manera importante. Nos servimos de la inteligencia para ser tal como somos o mejor.
Nuestra inteligencia está pues en función de nuestra propia existencia. Si todo ocurre así, nuestra inteligencia, en su limitación lo verá todo de una manera peculiar: no será capaz de comprender nada que no esté en función de nuestra propia conservación (a), y aquello que sea capaz de comprender lo hará dándole un matiz utilitario (b). Por tanto:
LA POSIBILIDAD DE UN CONOCIMIENTO HUMANO PURAMENTE OBJETIVO QUEDA DESCARTADA.
8.3.- Moralidad resultante de la limitación de nuestra inteligencia
Nuestra inteligencia ‘sirve’, es decir: es ‘buena’ para emitir juicios de valor. La causa de que exista es precisamente su peculiar utilidad; existe porque es capaz de emitir juicios de valor útiles para nosotros; existe nuestra inteligencia porque existimos nosotros, seres que nos valemos de ella para nuestra propia existencia.
Ante todo ‘Juicio de valor’ es la determinación del valor o la utilidad que tiene un SOR para nuestra propia supervivencia (existencia como seres vivos).
Si esto es así, la inteligencia será capaz de determinar ‘porqués’ pero solo para atribuir el mismo juicio de valor cualitativo (positivo o negativo) a las causas y a los SOR que producen dichas causas.
Ahora bien: todo aquel SOR que ‘utilizamos’ lo hacemos siguiendo unas normas. Nosotros mismos como instrumentos de nosotros mismos también seguimos unas normas. estas normas están estructuradas en tres niveles (Ver de nuevo el punto 3.4):
1. – Las propias normas físicas del Universo o de la materia que lo forma. Estas leyes se podrían resumir de manera muy general como la ‘ley de la inercia’: «Todo cambio que se produce en la situación de un sistema es para dar como resultado una situación más estable e inerte». (Ver de nuevo el punto 3.5).
2. – Las propias de todo ser en equilibrio con su ambiente: la moral egoísta: que tiende a conservar o mejorar nuestra situación a costa de todo lo demás (y que también podríamos llamar ‘moral individual’). (Ver de nuevo el punto 4.2).
3. – Las propias de todo ser asociado o relacionado con otros: la moral de grupo, que tiende a conservar o mejorar la situación del grupo al que pertenecemos, en la medida en que sea, el grupo, útil para nuestra propia supervivencia o conservación. (Ver de nuevo el punto 5.4).
El enfrentamiento entre los tres niveles de normas es sólo aparente ya que todas son leyes físicas en último término, dado que somos sistemas materiales; la separación entre ellas sólo indica el grado de estructuración considerado en la materia que nos forma y el grado de prevalencia o prioridad con el que en general se ejecutan.
En este contexto nuestra inteligencia sería: ‘la determinación a priori de qué norma del nivel 3 habría que seguir en cada momento siempre que no se viole ninguna del nivel 2 y 1, plasmándose en una toma de actitud o ‘pre-acción’ y en la formación de ‘juicios de valor’.
Es decir: nuestra inteligencia determina si algo nos va a ser útil y de qué manera va a serlo. por lo tanto determina qué norma seguir, con o frente a ese algo.
De una manera más restringida determina qué moral hay que seguir frente a cada SOR para sobrevivir (por lo tanto nuestra inteligencia limitada a la determinación de ‘para qué’ resulta ser necesariamente una inteligencia impregnada de moralidad.
¿A qué puede llevar, dadas las anteriores conclusiones, la pretensión de tener un conocimiento objetivo de la totalidad del Universo?
Esa pretensión unida a una ansia desmesurada de supervivencia es la utilizada por los promotores de las religiones de la antiguedad (egipcia, judaica, cristiana) y medieval (musulmana, católica) para dar origen a los poderes totalitaros.
En efecto: El deseo intenso de sobrevivir se lleva al extremo de pretender conseguir una existencia ‘inmutable y eterna’. A cambio (es decir: para conseguirlo) hay que desprenderse de la voluntad de actuar por si mismo y de admitir un poder creador-benefactor-destructor universal al que todo está subordinado y del que es portavoz-guardián el sacerdote-rey. Con ello, a cambio de una explicación de la totalidad del Universo (su origen o ‘porqué’, su fundamento actual y su finalidad (su ‘para qué’), se logra un poder sin límites para su promotor y ‘pontífice’ (el que establece el puente).
Esta explicación tiene además un efecto sedante, pues evita el ansia ante lo desconocido. Pero implica un freno para un conocimiento más objetivo (empírico o científico), que cuesta siglos en superar obstáculos que podría superar en mucho menos tiempo.
¿Qué otra salida hay para una mente inquieta e inteligente?
La opuesta a la anterior, naturalmente. Renunciar conscientemente a la aprehensión del conjunto y dedicarse al cultivo de ciencias ‘parciales’. Al no ligar los conocimientos de una determinada rama del saber a una concepción previa con la que ya no es preciso que encajen, no se han de modificar las consecuencias de las investigaciones para que encajen con la idea global o con los ‘prejuicios’.
Cada Ciencia avanza a su ritmo y no al de la más lenta, como en el caso de una gran autopista con muchos carriles, donde el trafico global (en este caso del conocimiento) no se ve impedido por un tapón en un carril, como ocurre con una carretera de sólo dos carriles. Con ello, paradójicamente, se hace uso pleno de la inteligencia y se evita caer en la red moralizadora (y dominadora) consecuencia de la aprehensión del Universo como conjunto. Este es a mi entender el camino seguido por los grandes científicos, de los que sería un buen ejemplo Galileo (y que por ello sufrieron generalmente persecución de parte del poder teocrático y absoluto de su época).
Cuanto más se bucea en las motivaciones humanas más vemos de cerca la búsqueda de supervivencia como última explicación. Resulta patético ver cuanta cantidad de egoísmo hay concentrada detrás de ‘grandes’ hombres y sus montones de ‘moralina’ acompañante.
Ir al ÍNDICE
Es nutritivo y valioso tu aporte, amigo. Gracias por tus comentarios en mi blog LOBIGUS y también gracias por el añadido de conciencia y amplitud de visión que facilitas a tus lectores cada vez que escribes. Valoro tus reflexiones y te apoyo en este intento tan claro de dejar una huella sin egoísmo, a diferencia de tantos «grandes hombres» como bien dices en tu texto. Un abrazo. Gustavo
Muchas gracias, Gustavo. Te aseguro que actúo casi ‘sin propósito’, excepto el de dejar un legado que pueda servir a otros o que puedan rebatir otros después de reflexionar.