¿Qué futuro construimos?
Publicado en http://www.castelloninformacion.com el 16 de junio de 2014
Cuando leí la novela de H. G. Wells “La máquina del tiempo”, un escalofrío recorrió mi espalda y me ha hecho pensar más de una vez sobre ello. No siempre las novelas de ciencia ficción se cumplen. A veces sirven de aviso y luego el futuro va en otra dirección. Esta tiene componentes para reflexionar. El argumento principal va de un viaje al futuro, hasta casi un millón de años, en que la especie humana ha dado origen a otras dos. La que representaría nuestros descendientes serían unos seres ‘inocentes’ vegetarianos y con poca empatía, que viven ‘felices’ en la superficie. Estos sin saberlo sirven de ‘ganado’ a los otros. Unos feroces y carnívoros habitantes del mundo subterráneo, que mantienen ‘las máquinas’ en funcionamiento. La Tierra se ha convertido en un vergel por efecto del buen clima y de los biocidas, que han acabado con las plagas. Los habitantes de la superficie no sufren enfermedades ni necesitan trabajar, mientras que, en el subsuelo, los otros seres viven en condiciones ‘infrahumanas’ y trabajan, especializados en el manejo de la mecánica y de la energía…
El problema es que para vivir en un vergel, sin tener que luchar con las enfermedades, alimentándose de fruta no hace falta mucha inteligencia. El miedo indeterminado que los seres de la superficie tienen a la oscuridad no es suficiente estímulo para que desarrollen una estrategia de defensa de la amenaza, que sienten como difusa, que suponen sus depredadores. La clave es la falta de la inteligencia, que se deriva de haber acabado, en tiempo pasado (o eso creían), con todos los agentes nocivos para su vida. Para mantener las máquinas tampoco se necesita ningún estímulo, sino sólo habilidad y fuerza (la novela tiene más de 100 años).
La enseñanza moralista que se deriva es que lo que hacemos tiene consecuencias. La tecnología que estamos ahora desarrollando, está cambiando nuestras vidas muy rápidamente. Trabajos que eran muy pesados se han sustituido por máquinas, de forma que el trabajo, ahora, consiste más bien en controlar las máquinas. Por otro lado, todos los conocimientos que antes costaban años de memorizar, viajan con nosotros en el smartphone. La comunicación, antaño complicada y cara, abarca ahora todo el globo de forma instantánea. Se están atacando con éxito enfermedades hasta hace poco mortales. Y no hay nadie capaz él sólo de conocer toda la tecnología que hay detrás de estos ‘avances’, por lo que todos dependemos de todos en un curioso equilibrio.
No tengo ni idea de adonde nos conduce esto. Pero de seguro que la vida dentro de mil años (no hace falta ir más lejos) no se parecerá en nada a lo que suele ser ahora. Y como no se pueden poner puertas al campo y parar el avance de la tecnología, creo que lo mejor sería que, como especie, nos planteáramos nuevos retos, más lejos y más alto, en lugar de quedarnos sólo en lo bien que nos lo estamos pasando.