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Nacionalismos totalitarios

Publicado en http://www.castelloninformacion.com el 4 de agosto de 2014

Los humanos nos asociamos espontáneamente en grupos para defender intereses comunes. Esa asociación puede ser voluntaria, como cuando creamos una familia o una empresa; o producirse forzosamente, como cuando se adquiere la nacionalidad, o se forma parte de una casta, por haber nacido en un lugar y un tiempo.

Cuando distinguimos nuestra persona de las demás, el instinto de supervivencia se encarga de nuestra defensa. También cuando se pertenece a un grupo, nuestras acciones han de alinearse con los objetivos de autodefensa del grupo. Así que bien sea pasiva o beligerantemente, la pertenencia a un grupo implica la actitud de enfrentamiento con los miembros de otros grupos, ante sus amenazas.

Grupos que han existido siempre son las familias, el vecindario, las tribus, las naciones y los imperios. El vínculo más fuerte es el familiar, por la coincidencia de rasgos genéticos. La ligazón se va diluyendo progresivamente conforme aumenta el tamaño del grupo, porque hay más diversidad de intereses. Algunos ‘cementos’ para mantener la cohesión en el grupo, tradicionalmente, han sido la religión, la lengua, la ideología. Sentirse miembro de una nación, ante una desgracia o crisis, puede ser un sentimiento bueno, si no supone coacción, pues mantiene un tono de colaboración colectiva.

Pero los nacionalismos con vocación totalitaria se caracterizan porque fomentan desde el poder el espíritu de tribu, exagerando y persiguiendo las diferencias y porque hay una élite que saca partido de ello. El fenómeno no es espontáneo y detectarlo sirve como diagnóstico de lo que se está cociendo. Bajo el pretexto de defender la lengua propia se obliga, incluso a los nativos que hablan otra lengua, a emplear la de la tribu local predominante. Y si no hay agravio o amenaza externa se crean, como la famosa «Espanya ens roba».

Sabemos por la Historia que la organización de la humanidad en tribus conduce al perpetuo estado de conflicto de cada tribu con sus vecinas, con alianzas puntuales de conveniencia. Lo que vale para la tribu, vale para una familia y también para un imperio. De cara adentro, las tribus tienen mecanismos en manos de quienes ostentan el poder, que obligan a la fidelidad de sus miembros. En su extremo de forma sangrienta, como cuando los nacional-socialistas sembraron el terror entre sus opositores dentro de la nación alemana y luego se enfrentaron al resto de tribus europeas.

Creo que el nacionalismo totalitario es un sentimiento peligroso, que, mediante la confrontación, aprovecha a una casta dominante. Por ello cualquier solución para la organización social debe asegurar que el estado no tenga predominio sobre las personas y que estas tengan suficientes elementos de control sobre los dirigentes para evitar abusos y coacciones sobre los que piensan distinto. Los poderes públicos han de estar al servicio de la gente y no al revés. La democracia, o gobierno del pueblo, parece pues, por definición, incompatible con la coacción del nacionalismo totalitario.

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