La vida en la gran ciudad IX: Urbanidad
Publicado en http://www.castelloninformacion.com el 15 de septiembre de 2014
Cuando yo era pequeño, hace de eso medio siglo, teníamos en clase tres libros para el curso: La Enciclopedia Álvarez, El Libro de España (del que hicieron una edición para el recuerdo, que me regalaron mis hijas) y un libro sobre Urbanidad. Este último ponía ejemplos muy fáciles de entender sobre cómo se comportaba “el niño bien educado” y “el niño maleducado”.
Yo no necesitaba que nadie me dijera que me leyera o me estudiara ese último libro. ‘Me lo bebía’. Tenía verdadera pasión por entender y practicar aquellas cosas que marca el protocolo familiar y ciudadano. Yo quería ser bien educado. Y no es porque no fuera bastante “trasto” o me quedara aburriéndome en casa. De pequeño yo he jugado como el que más. No se trataba de ser empollón o raro. Yo quería poder entrar en cualquier sitio y que consideraran que tenía educación para ser admitido allí, no importa de qué alta esfera del poder o de la vanidad humana estuviéramos hablando.
Ahora creo que hay demasiados “niños maleducados”:
Los que ponen los pies (descalzos o con zapatos) en el asiento de delante en el tren (o en su sofá), como si no hubieran pisado antes alguna caca de perro o como si no tuviera que sentarse luego nadie más. Sólo que luego se sientan otros en el mismo lugar asqueroso sin más remedio que aguantarse.
Los que no se lavan a diario y van dejando un olor pestilente para desesperación de aquellos a los que les toca viajar cerca en el mismo transporte público.
Los que hacen botellón y no dejan de gritar de madrugada y de molestar a los que en el vecindario desean dormir, porque se levantan temprano y necesitan descansar.
Los que ensucian con malos grafitis una fachada recién pintada, o las paredes y ventanas de los trenes y autobuses. No necesariamente un grafiti es horroroso, pero la mayoría de ellos son desagradables y sólo cumplen con la canina costumbre de marcar un territorio con una evacuación.
Los que no tratan con respeto a sus “viejos”, o a los de otros, que mucho antes de que ellos nacieran estaban haciendo posible que funcionara el país, en el que ellos (tan poco agraciados) se han desarrollado y crecido.
Los chulos y listos, que en un atasco se cuelan por el arcén, o los que no respetan la cola del súper, haciendo que todos los demás estén estancados más tiempo del que estarían si todos guardaran su turno.
¿Sigo?
Creo que debería recuperarse la enseñanza de urbanidad. Es práctica. Sirve para hacer la vida más agradable y mejorar el autodominio. Abre más puertas que ser patán y poco respetuoso. Alguien educado puede un día emular ser un cuadrúpedo. Pero no conozco muchos cuadrúpedos que puedan, porque no saben, ser unos gentiles y unos caballeros. (Lo que vale para los niños, también vale para las niñas).