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Avanza el tren

Majestuo, surcando su ruta entre las barriadas del suburbio, bañado por un sol naciente en el horizonte, avanza el tren. Monstruo metálico ruidoso, a reventar de humanos que, a modo de hormigas, todas sus puertas escupen en cada estación.

Con una ligera joroba fruto de la postura habitual recién adquirida, y la mirada dirigida 45 grados hacia abajo, fija en su dispositivo móvil, caminando a veces en línea recta, a veces zigzagueantes, la trayectoria de los recién llegados pretende evitar el tropiezo con los locales, mientras escrutan el contenido de la pantalla. Dotados de cámaras, auriculares y micrófonos, estos dispositivos gobiernan la mente y la vida de los viajeros, mientras se infiltran entre la población.

Enganchados a los artefactos, ajenos a la realidad y creyéndose poseedores de superpoderes, por la ilusión de estar comunicados con el mundo, el hecho es que los nuevos zombies están cada vez más dirigidos y desprovistos de autonomía.

En este contexto, una rápida acción, coordinada por algún hipotético sistema central, podría ser inminente. Superada la masa crítica, la población no sería capaz de conjurar la amenaza de los infiltrados recien bajados del tren, actuando al unísono, obedeciendo instrucciones recibidas, ya sin voluntad para oponer resistencia. La luz intensa del Sol va ascendiendo sobre la ciudad. El fin está cerca…



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