Un día en la vida
Un día en la vida es algo tan subjetivo que solo puede imaginarse con poesía visual y sonora. Vemos a un amigo y vigilante fiel que no se inmuta si hay mal tiempo o los malos acechan. Por contraste de lo que le sucede al Gato de Schrödinder, tenemos certeza de que no está vivo. Pero hace su función.
¿Qué significa un día, salvo que estemos en el planeta Tierra, del Sistema Solar, y tengamos un calendario y un reloj para determinar el tiempo? ¿Qué significa vida, si todo lo que forma parte de nuestro mundo tiene unas reglas que cumplir que precisamente desdibujan la frontera entre vida y no vida?

Hace unos pocos días paseaba según mi costumbre y me topé con esta bonita metáfora de vigilante, que es un perro de porcelana, como los que se podían encontrar ya hace un tiempo en Portugal, y servían por ejemplo de adorno de una escalera. Este estaba cumpliendo una noble misión de vigilancia para evitar intromisiones. Había ya pasado de largo, pero me volví para captar la imagen.
Igual de aleatorio ha sido mi encuentro de hoy con una canción de The Beatles, Un día en la vida, A day in the Life. Hay mucha poesía en ella. No está claro que en realidad estemos fuera del sueño. Hay tantos mundos como el número de seres individuales que se hacen una imagen de él. La belleza, y también el horror, está en los ojos que miran. Cada mirada construye un mundo.
¿Qué os podré decir de los fenómenos cuánticos? Hay más que estos raros que estudian los físicos porque ¿qué pensar si todo lo que está a nuestro alrededor se mueve de forma aleatoria y parece cambiar de estado solo cuando se cumplen ciertas condiciones para ello? El agua hierve exactamente a los 100 grados, si está sometida justo a una atmósfera de presión. Pero, ¿podemos responder a la pregunta de cuándo se pasa del sueño a la realidad? Todo es subjetivo.
