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Investigación y Desarrollo (I+D)

La I+D para un español igual es motivo de burla, representando a un científico como un loco con bata blanca y risa histérica haciendo explotar su laboratorio, como es palabra mágica que legitima la validez y efectos ‘revolucionarios’ de un champú en promoción.

Sin embargo, sin la I+D, muchas de las empresas que aún contratan empleados en este desierto de parados, no existirían.

La I+D ha de estar trabajando en lo que vendrá dentro de 5 o 10 años, anticipándose a lo que los consumidores y usuarios van a necesitar, creándolo, creando la necesidad o la utilidad.

No siempre la obtención de un resultado es fruto del trabajo riguroso y metódico. A veces es fruto de un error. Pero sin muchas horas trabajando de forma rigurosa y metódica difícilmente surge el ‘error’ genial que da lugar a un nuevo invento.

La frase que a mi más me motivó a investigar se atribuye a un médico húngaro, Albert Szent-Györgyi, que fué premiado con el Nobel de fisiología (medicina) en 1937, casi como anécdota de una vida apasionante, en la que entre otras actividades trabajó sobre la respiración celular, la vitamina C, la lucha contra el cáncer y los radicales libres. Dijo:

«Investigar es ver lo que todo el mundo ha visto, pero pensando en lo que nadie ha pensado»

Entonces supe que yo podría investigar y que no necesitaba grandes medios para ello, que por otro lado nunca he tenido, sino capacidad de idear o imaginar cuando otros se dedican sólo a ver.

Pero en un mundo regido por leyes en que la autoría y la propiedad han de registrarse, la única forma de consolidar un resultado obtenido en una investigación es registrando patentes.

Las patentes cuestan dinero y ocupan tiempo, pero hacen que el trabajo realizado valga la pena, porque protegen a la empresa que acoge inventores de la depredación de su patrimonio industrial por parte de otras empresas competidoras.

Además, las patentes suponen un ejercicio muy notable de búsqueda previa documental por parte del inventor, para no volver a inventar lo que ya está inventado. Este conocimiento enriquece al investigador y a la empresa. A veces una patente ya registrada por otros da una idea para crear algo nuevo (y distinto de lo existente) o para mejorar un proceso.

Cuando se conoce muy bien lo que ya está registrado, cuales son las necesidades que demanda el mercado o que pueden crearse, porque resuelven problemas aún no abordados con éxito y se tienen pruebas de un nuevo procedimiento, hay que ver si pueden extenderse a escala industrial, después de haber dado buenos resultados en simulaciones de laboratorio. Para que sea admitida la invención como nueva patente, el nuevo procedimiento o producto debe cumplir dos condiciones:

  • Novedad mundial
  • Actividad inventiva (Inventive step), genialidad o método que no era evidente con los conocimientos del momento para cualquier experto en la materia.

Para presentar al registro de la propiedad industrial la nueva patente, en España OEPM, hay que redactar un informe o memoria, en el que se describe el estado de la técnica (State of the art) sobre la materia de la invención, explicar con ejemplos, apoyados por gráficos, la forma o materialización preferente del objeto del invento y luego, con precisión y jerga legalista, que no deje huecos para ser copiado por otros, las reivindicaciones concretas de la patente.

El investigador se convierte en literato y también en artista, al acompañar su memoria de imágenes o dibujos, pero también en abogado por un día. Ello da suficiente pie para que el inventor pueda reivindicarse como creativo.

Se le pedirán informes, nuevas pruebas, se someterá a examen lo que dice para ver si no ha copiado de otros. Todo ello hará que adquiera una soltura notable para distinguir lo que dicen y lo que parece que digan pero no dicen los papeles. Multiplicado por ‘n’ si se pretende extender el registro de la patente a otros países.

Finalmente, obtenida la patente, la empresa tendrá una nueva propiedad industrial, a veces más importante que la de sus máquinas porque puede vender la patente o su explotación, con lo que es indiferente dónde fabrique su producto. Incluso puede ser indiferente que tenga o no personal. Si explota sus patentes puede hacer que otros fabriquen y dedicarse a las rentas.

Al inventor, si es empleado y registra la patente como invención laboral, generalmente lo único que le queda es la gloria de ser inventor, los conocimientos y dominio de la técnica conseguidos y la autoridad moral ante sus compañeros y colegas.

Si. La I+D es algo formidable. Los inventores trabajan con sus manos y con su cerebro. Son gente culta. Por necesidad se vuelven, si no lo eran ya, multidisciplinares e incluso cosmopolitas. Y aportan a la empresa, casi siempre, bastante más que lo que reciben. Pero eso da libertad. La libertad que emana de la inteligencia. Recuerda, para inter-elígere, es necesario ser libre.

Como anécdota, Albert Einstein trabajó en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual de Suiza, en Berna.

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