El Sardinero, la playa perfecta de Santander
La parte más grande, hacia el Oeste, está separada de otra más pequeña por el istmo de la península de la Magdalena
Publicado en http://www.descubrecastellon.com/el-sardinero-playa-perfecta-santander/ el 18 de septiembre de 2015 (Con distinta selección de imágenes)
Santander no cabe en una pequeña crónica. Es una región jalonada de paisaje de abrumadora belleza natural de todos los colores en que se multiplica el verde. Bosques y prados que se encaraman en lo alto de las montañas.
Ganados que saborean los que suponemos deliciosos pastos, a juzgar por la calidad de la leche con la que se elaboran sus típicos dulces.
Quesadas y sobaos, que pueden comprarse en los hornos a pie de carretera de los pueblos del valle del Pas, como por ejemplo en Alceda-Ontaneda.

Santander- Alceda-Ontaneda, donde se encuentran muy buenas quesadas, sobaos y otras especialidades pasiegas
Pero es también una zona de España industrial. Basta ver la extensión de fábricas, algunas de gran tradición, que se pueden encontrar en Torrelavega.
La capital, Santander, con algunos barrios tan señoriales, es sede del banco más potente de nuestro país y también un destino residencial y turístico, de aquellos que prefieren no pasar calor ni en lo más álgido del verano.
El Sardinero, su cuidada playa urbana, parece sacada de un film clásico.
Es una parte de la ciudad en la que conviven los hoteles más lujosos, como el Gran Hotel Sardinero con otros como el Hotel París, y los demás de la avenida de los hoteles, con el sabor de un viejo retrato del siglo pasado.
Como si el tiempo se hubiera detenido, dejando esa impresión de haber estado allí antes, a modo de ‘dejá vu’. Y presidiendo el espacio, el Gran Casino, un edificio que parece sacado de un pastel, tan blanco, tan armonioso, tan oportuno para completar tan bella vista.
No hay una sola playa del Sardinero. La parte más grande, hacia el Oeste, está separada de otra más pequeña por el istmo de la península de la Magdalena, lugar de esparcimiento de los vecinos y visitantes, que divide el Sardinero en dos partes.
Ambas con una cuidada arena y protegidas del viento por la altura de su paseo marítimo, a las que apetece bajar a cualquier hora incluso en otoño. Si no para bañarse, para tomar el sol o jugar en la arena.
A un paso hay restaurantes asequibles que ofrecen todo su despliegue de platos populares.
Los pájaros, acostumbrados al murmullo y bullicio de la gente, se acercan a pedir su ración y se atreven a ocupar algún asiento. Dando a entender claramente que estamos en un área de relax y un remanso de paz.
Un largo paseo hacia el centro completa una jornada ideal y tranquila, saludable, para seguir con la visita o la estancia y regresar al día siguiente si se tiene el privilegio de poder quedarse allí.
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