Me robaron las estrellas

La Luna menguante entre Venus (en lo alto) y Júpiter (hacia la izquierda) la primera quincena de octubre de 2015
Ildefonso estaba ese día muy enfadado. Había logrado identificar en el cielo varios astros conocidos en su camino diario a la estación, pero ahora, al atrasar la hora, mientras iba a coger su tren ya no había estrellas en el cielo. Por contra, desde debajo del horizonte quería brotar el Sol, y a esa hora ya sólo podía ver, además del Astro Rey, la Luna si estaba en menguante. El, días antes estuvo siguiendo pacientemente en el cielo el baile de Venus con Júpiter, al que se sumó luego Marte. Un día la Luna, envidiosa de tanto jolgorio apareció en escena junto a los tres, marcándose un vals. Ildefonso disfrutaba asegurándose su conocimiento del pedazo de cielo que podía identificar, con ayuda de Google Sky Maps en su móvil. Ello le daba una diferencia respecto de los otros humanos que a esas horas sólo examinaban el suelo, como si buscaran unas setas imaginarias. «Mala gente, pues no tiene altas miras!», se decía.
Pensó «La culpa de tamaño desaguisado la tienen unos cuantos burócratas en Bruselas que, más torpes de lo que aparentan, nos obligan dos veces al año a cambiar de hora los relojes y no se dan cuenta de que la luz que la gente no consuma por la mañana la va a gastar de tarde cuando se ponga el Sol. Pues lo que determina el consumo de luz son las horas que dura el día, y no el horario al que se levanta la gente». Ese cambio de hora se le asemejaba absurdo. «Teóricamente, con todo lo que fastidia, es para ahorrar unas migajas, y mientras tanto otras cosas que a veces nos pasan desapercibidas se llevan día a día el grueso de nuestro dinero…»
(Ildefonso es un personaje de ficción del relato «De ida y Vuelta», una historia de la que oiréis hablar pronto, con reflexiones y paradojas que nos hacen ver otra forma de observar la naturaleza humana y sus ocurrencias).
Continuará…