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Aranjuez en verde y oro. Un oasis en medio de la meseta castellana.

En la árida meseta de la histórica región de Castilla la Nueva, el río Tajo, auxiliado por la acción humana, da origen a un milagro de verdor y lujo a partes iguales.

El viajero que llega a Aranjuez tiene la sensación de que por fin ha tenido la fortuna de alcanzar un lugar de descanso en medio de ‘la nada’. Esa sensación se acentúa cuando el origen es la ajetreada ciudad de Madrid, que exige un esfuerzo continuo para mantener el ritmo frenético del tráfico y la rutina diaria.

 

En cambio, Aranjuez, con su extraordinaria extensión de jardines y parques rodeando el Palacio Real, da inmediatamente el silencio y la paz necesaria, primero para perderse y olvidar, quizá acompañado de las pocas personas que importan, y luego, a la vuelta, para seguir con la desdichada vida del humano común.

En efecto, sobresalen entre otros espacios también únicos, tres grandes jardines de estilos distintos:

  • El Jardín de la Isla, con sus esculturas y fuentes en medio de la frondosa vegetación, dominada y ordenada en pasillos geométricos, en el que el río se exhibe desde su baranda lateral, en la zona Norte del Palacio. 

  • El Jardín del Parterre, muy despejado y con espectaculares fuentes monumentales que recuerdan las de La Granja en Segovia, enfrente mismo del Palacio. 

  • El Jardín del Príncipe, al Este, de mucha mayor extensión, más agreste, en el que predominan los grandes árboles centenarios sobre cualquier otra clase de ornamentación. 

A estos hay que añadir por todas partes espacios singulares configurados por la vegetación, el río y sus habitantes, las construcciones tanto del palacio como de los edificios anexos y auxiliares para el personal del servicio de la corte, y todo el conjunto de pequeños y grandes palacetes construidos por los cortesanos para estar cerca del Rey.

 

No sería preciso decir que el conjunto de Aranjuez es Patrimonio de la Humanidad, para apreciarlo en todo su esplendor, pues basta vivirlo. Incluida la rica gastronomía castellana, servida con esmero al lado del Tajo en el famoso restaurante El Rana Verde, un local que resiste el paso del tiempo y sus avatares. Hay un trenecito, el Chiquitren, para poder visitar lo más interesante del Jardín del Príncipe sin esfuerzo.

 

Sumemos a ello que Aranjuez tiene una soberbia melodía que lo identifica, el Concierto de Aranjuez, del Maestro Rodrigo, escrito en la posguerra española en memoria de su esposa, con una historia detrás propia de una gran novela.

Una recomendación: disfrutar a pequeños sorbos. El abuso puede producir una desactivación de la necesidad imperiosa de trabajar. En esos casos hay que intentar reducir la dependencia poco a poco con nuevas visitas esporádicas no programadas.:-)

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