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El boli.

No todos los días se sienta uno a escribir y le sale El Quijote.

Es más, abunda e impera un espíritu pueblerino y limitado que no es propicio para grandes creaciones. Así, lo más probable es que tus congéneres no solo te apedreen (virtualmente) por pensar distinto, sino simplemente por pensar, por ser capaz de innovar o de imaginar, ya que amenaza el espíritu gregario tribal.

Dicho lo cual, incluso los que no somos miembros certificados de la tribu, a veces menospreciamos aquello que no es un fin en si mismo, sino el medio. Y no nos damos cuenta de que ese medio, precisamente, es un exponente de lo más genuino del género humano.

Joyas

No nos imaginamos al can que nos acompaña en nuestro paseo matutino escribiendo su nombre en tierra para responder a la simple pregunta «¿Y tu quién eres?» Aún más difícil imaginar que uno de ellos, el más inteligente de su especie (sin duda), fuera capaz de idear, diseñar, y finalmente producir, algo semejante a un bolígrafo.

Pronto tendremos intérpretes de ladridos (siempre resultado de la inventiva y acción humana) con los que averiguar qué nos están diciendo nuestras mascotas. Sin embargo sabemos que resultaría poco práctico dejarles unas notas escritas para que ellas las leyeran. Cuánto más inútil esperar que nos pudieran responder por escrito ante un mensaje nuestro.

Por todo ello este homenaje al boli, al lápiz, a la pluma, como algo genuínamente humano.

Bolis, lápices, plumas…

 

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