Viento del este, antes de que cambie la brisa
Con toda nuestra sabiduría y tecnología, los humanos no podemos cambiar el sentido del viento ni alterar el ciclo de los astros, ni las estaciones. El verano se presta, desconectando del mundo, a reflexiones sin prisa.
Un fuerte viento del este barre las muy excitadas moléculas de un aire recalentado, dando la sensación de un frescor más acorde con las expectativas propias de la proximidad del mar, antes de dar paso a la brisa marina nocturna, que aquí será, por supuesto, del oeste.
Es una advertencia, como cuando sale el sol en primavera, que augura la vuelta de los días cálidos, olvidando el frío invierno, pero justo al revés: avisando ahora de la certeza de aquello que enseña el refranero burgalés cuando dice: «en agosto, frío en el rostro».
El declive del verano, ya transcurridas cinco semanas desde el día más largo, empieza a manifestarse con este ligero avance de bajada térmica. También el refranero advertía que : «no hay mal que cien años dure, (ni gobierno que perdure)». Todo tiene su fin y más vale que sea así.

Todos estos pensamientos se acrecientan en la noche, sin televisión que distraiga, con algunos de los astros ahí arriba, que siguen iluminando la humanidad desde antes de su inicio, manifestándose por parejas o tríos en el cielo de agosto.
En efecto, como vimos ayer noche, Júpiter y Saturno, con rimbombantes nombres de dioses romanos, junto a una Luna casi llena, dominaban el cielo de esta playa, dando una limosna de luz, haciendo reflexionar sobre nuestra pequeñez y nuestro andar en la oscuridad, a poco que el sol abandonó el horizonte.