El amor, la red y la «reproducción cultural»
El amor es un sentimiento poderoso que orienta nuestra conducta a defender al ser amado y a nuestra propia reproducción. En el ser humano hay una acusada tendencia a reproducir también, masivamente, en otros seres humanos nuestras ideas, nuestros valores, nuestras experiencias. Esta cualidad única es una forma de «reproducción cultural» que nos distingue de otros seres vivos.
Si analizamos la conducta de otros seres vivos, ellos y nosotros, todos tenemos las mismas tres funciones básicas: alimentarnos, reproducirnos, relacionarnos. Dado que en el ser humano se ha conseguido transmitir el pensamiento en forma de lenguaje a otros seres humanos y almacenar ese pensamiento en una potente memoria, el resultado es una conducta en extremo compleja y eficiente. No solo dependemos del instinto para nuestra actuación, sino que tras largos años de aprendizaje en la familia, en la escuela, en el lugar de trabajo, en la calle y en los medios de comunicación, incluído internet, disponemos de modelos de actuación y de resolución de problemas como no tiene ningún otro ser vivo en la Tierra. Por eso podemos escribir en internet, hacer intervenciones quirúrgicas o hacer que choquen protones en un colisionador.
Ya vimos en otro post como la conducta que observamos es consecuencia de nuestro equilibrio con el ambiente. También cómo la conducta busca siempre nuestra propia defensa y la de aquellos diversos grupos a los que pertenecemos. Ese equilibrio con el ambiente se ha establecido espontáneamente, cuando en el momento de nuestra fecundación se repiteron las mismas condiciones que dieron origen a su vez a nuestros padres. Dado que el crecimiento de nuestro ser ha sido espontáneo, se trata de un proceso estable, que supone un estado de mínima energía. El mantenimiento de nuestro ser a salvo es menos costoso en términos de energía que lo que supondría perder el equilibrio y estar sometidos al capricho o a la aleatoriedad del ambiente. Una forma de mantenerse a salvo es defenderse directamente de los peligros, pero una forma de tener más probabilidades de supervivencia es no pelear solos, asociarse con otros seres humanos y formar grupos o redes.
Lo mejor de los grupos humanos es que cuando formamos parte de un grupo o red espontáneamente, porque tenemos afinidad, porque amamos el grupo, necesitamos menos energía para mantener nuestro estátus en el medio. Es más fácil el equilibrio. Nuestro cerebro premia con el placer una relación provechosa. Es placentero sentirse componente de un grupo fuerte de otras personas que tienen los mismos fines. Es claro que todo aquello que está relacionado con la realización de cualquiera de las tres funciones básicas mencionadas anteriormente, producirá más placer, y que lo que no tenga importancia en términos de alimentación, reproducción y relación será indiferente desde el punto de vista placentero.
Cuando comemos con nuestros amigos, cuando tenemos una relación sexual, cuando logramos comunicar con otras personas con las que tenemos afinidad ideológica, que «defienden» los mismos principios y participamos con ellos juntos en una acción, nuestro organismo asocia, la acción llevada a cabo en el seno del grupo o red, inmediatamente al cumplimiento de alguna las tres funciones básicas y las premia con placer. En el caso de la pareja la relación es tan placentera porque se obtienen simultáneamente los tres premios. Buscamos pareja no solo en la persona más fuerte o más hermosa, sino también que piense de forma semejante a nosotros en aquello que consideramos importante y además compartimos los medios de vida, la alimentación.
Es poco poético pensar que el amor es resultado del instinto de conservación propia, pero observando la conducta humana, con el sentimiento amoroso, la naturaleza obtiene lo que le interesa: la reproducción de la especie y la reproducción del conocimiento, que ayuda a la supervivencia del pensamiento y sus manifestacions tras la muerte física: Seguimos disfrutando de la música de The Beatles, a pesar de que ya nunca podrán tocar juntos.
La afición que le cogemos al Twitter, Facebook y a las diversas formas que adopta ahora la red social van un poco de eso: son formas de reproducir en otros lo que somos, lo que hemos aprendido, nuestras experiencias, nuestros miedos. La red es adictiva porque produce placer, pues colma nuestro afan de «reproducción cultural» entendido el término como se ha definido aquí. Lo que ha hecho internet es conseguir que el ámbito de nuestra red no tenga límites físicos y no se limite a nuestro vecindario. Ahora el vecindario es global.
Naturalmene esta es mi opinión y el amable lector está invitado a expresar su opinión o críticas en esta página o el Twiter a @1y2tres. Gracias por vuestra colaboración 🙂
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