Navidad, Navidad, dulce Navidad
Hace años la Navidad me recordaba todos y cada uno de los familiares, incluidos los que ya no estaban entre los vivos. No me gustaba. Huía de esas fechas por la nostalgia. Ahora es más sencillo. Sólo me recuerda la temporada de compras.
La Navidad ha acabado siendo La fiesta pagana del consumismo. En cierta forma es lo que necesitamos, ahora que la mayoría de la población ha abandonado el idílico mundo de la aldea y que, en un proceso ciertamente democrático, podemos por fin acceder al consumo, relajante recompensa de nuestra sociedad post-industrial, tras largos años de crisis y ya convenientemente liberados de la dictadura del pensamiento único.
Vuelve a gustarme la Navidad, aunque solo sea porque puedo permitirme alguna alegría consumista. No todo el tiempo se puede sobrevolar el mundo sin ‘contaminarse’ un poco.