Esto del aperitivo es una costumbre de mi casa que es fácilmente asumible. Puedes preparar todo lo que necesitas para aplacar el hambre, en dos etapas, y disfrutar dos veces en la misma comida dominical: con el aperitivo y con el resto.

Seamos serios: hambre, hambre, lo que se dice hambre, no es de lo que estamos hablando en la hora del aperitivo, sino de esa sensación que tu instinto te pide saciar rápidamente, consistente en disfrutar de pequeños bocados escogidos. Y aquí entra un aperitivo en plena función, sin necesidad de grandes recursos.

En efecto, basta un buen arreglo de ‘banderillas’ hechas de anchoas y boquerones en vinagre (que han sido congelados en su proceso de elaboración para evitar el anisakis), unas olivas negras y un poco de paté, acompañado de vino de jerez tipo ‘cream’, para provocar una sensación de feliz abundancia, un rato antes de que estén listas las chuletas o el arroz del domingo. Cada semana pueden improvisarse otros entrantes.

Luego ya, seguro, vendrá el plato principal, con sus guarniciones o acompañantes, pero de momento tendremos una sensación de bienestar efímero pero firme, al equilibrar los humores y enzimas del organismo de forma natural.

No olvidemos que somos seres omnívoros, así que la armonía la alcanzaremos tras una justa proporción de distintos grupos de alimentos.

Está claro que la alimentación ha condicionado nuestra evolución como especie humana. Puede que seamos el único bicho que disfruta de la comida, pues los demás no paran de tener estrés por si otro congénere les viene a robar su botín tras la cacería, o si un depredador se los zampará aprovechando que van a beber al río.

¡Feliz domingo y feliz semana!