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Funerales-2: Estudiantes en acción

En los 60 la vida tenía sus emociones. Los estudiantes de la Universidad Laboral de Alcalá de Henares, algunas tediosas tardes del curso, después de la cena, organizábamos funerales virtuales. Algo tiene el ritual que atrae.

Éramos internos. Muy buenos estudiantes. A veces estábamos ociosos. Como en la Universidad Laboral de Alcalá de Henares, dormíamos en literas, teníamos escaleras para subir a la cama. Le encontramos una nueva utilidad a la escalera y una manera de aprovechar el tiempo.

Imagínese la escalera puesta en posición horizontal, y sobre ella una almohada cubierta con una sábana, simulando el cuerpo sin vida del cadaver. La escalera era llevada por cuatro estudiantes, dos a cada lado. Y el ‘muerto’, un quinto alumno, se situaba poniendo la cabeza al final de la escalera apoyada sobre sus hombros, a continuación de la almohada. Parecía que el muerto fuera llevado con los pies por delante, segun marca el ritual y la tradición. Así que los porteadores tenían que ser más o menos de la estatura del ‘difunto’ para que el conjunto no se descalabrara.

El cortejo, precedido por los que abrían el paso, pasaba entre las filas a derecha e izquierda, formadas por los otros alumnos, expectantes en pijama. Iban seguidos del ‘pater’ leyendo las bendiciones y el responso, llevando la capa formada por el albornoz. Al final, cerrando la procesión, los supuestos deudos, muy apenados, llorando y gritando de dolor, repitiendo lo bueno que era el fallecido, y a veces cantando piezas como la de «perdona a tu pueblo, Señor…». Hasta aquí la coreografía tal como la recuerdo.

Pero, ¿qué le encontrábamos al acto de reproducir el ritual de un supuesto enterramiento? No lo vivíamos con pena, ni como burla o acto de gamberrismo, sino como la simulación un acto social. Como los niños que juegan a oficios, a muñecas, o a las cocinitas, necesitábamos aprender lo que se siente en una despedida trágica e irreversible, que es un funeral.

El juego es la forma en que los humanos aprenden a vivir. Nuestra gama de edades entre 14 y 18 años era justo las edades en la que se aprenden los usos de la sociedad y se forma la imágen del mundo que uno va a usar en el resto de su vida. Estábamos anticipando lo que describía en mi post anterior: Funerales: 1-El entierro del verano.

Mi conclusión es esta: Esa simulación de sentimientos del juego del funeral servía como parte de la educación emocional. Dábamos rienda suelta a nuestra necesidad de anticipar una despedida definitiva y a aprender nuestro papel en la sociedad.

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