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Epidemia fatal, el smartphone

El quinto jinete del Apocalipsis es el smartphone. Está acabando él solo con la comunicación directa persona a persona que ha hecho posible nuestro despegue como especie dominante en el nicho biológico que ocupa la humanidad.

Es más exagerada la realidad que la ficción, como casi siempre sucede. Ya advertía hace unos meses de la necesidad de desenchufar, que no es desconectar, sino dejar de depender de un medio telemático.

He fantaseado muchas veces sobre si la humanidad está acercándose a su final. Atribuía ese riesgo al modo de vida que hemos logrado darnos gracias a la comunicación, a la Reproducción Cultural, sin casi depredadores naturales, que nos ha conducido como consecuencia a una fuerte dosis de sedentarismo y de dependencia de la tecnología.

Incluso he puesto de manifiesto recientemente mi interés por estos temas sobre el riesgo del posible fin de nuestra especie, una vez más, con el comentario al libro de Dartnell sobre la reacción de los humanos frente a un final del juego, un futuro y probable Apocalipsis del que los supervivientes tendrían que arreglérselas para salir de nuevo adelante.

Es bastante más antigua esta preocupación, ya que hace años (en enero de 2012), dando por supuesto que todo lo que empieza termina algún día, publiqué un post sobre cómo sucedería la toma de control de nuestras vidas por una forma del Estado Moderno basado en el control de nuestras comunicaciones.

Preocupación que más tarde se repetía, desde otro punto de vista, acerca de lo que ocurriría si de repente no pudiéramos continuar comunicados como nos hemos acostumbrado a vivir últimamente, volviendo a una clase de nueva Edad Media.

La sensación de estar en una burbuja, que se puede pinchar fácilmente, se acrecienta por el hecho de vivir en una especie de estabulación, en la que ya no tenemos contacto con la naturaleza y no podemos sobrevivir en espacio abierto y salvaje, como si hubieran sido capaces las generaciones que nos precedieron.

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Y con estas ideas precediéndome y preocupándome desde hace años, el espectáculo que he visto esta mañana me ha parecido pavoroso. Alcalá de Henares es un lugar turístico, preferentemente  de fin de semana, en que decenas de grupos pasan el día visitando los importantes enclaves ciudadanos que han merecido el título de Patrimonio de la Humanidad.

En todos los grupos, a veces el 100% de sus componentes caminaban atentos a la pantalla de su móvil, ajenos a la vida a su alrededor. A veces el grupo era una familia, compuesta por los padres y los hijos, que también todos ellos estaban consultando a la vez su smartphone, sin hablarse entre si, atropellando incluso a cualquier otro peatón con el que se cruzaban en la acera, a menos que se apartara convenientemente.

La imagen vista hoy, hace apenas 10 años nos hubiera parecido la fantasía de un cineasta para mostrarnos una plaga mortal, diseñada para acabar con la independencia de nuestras mentes: todos sin excepción conectados a un único Sistema Central que gobierna nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Al ver las cigüeñas en lo alto del Palacio Episcopal, me han dado una sensación de envidia. Ajenas a lo que los humanos están haciendo de sus vidas, ellas se juntan y aunque no se hablan, porque no tienen el don de la palabra, disfrutan de la compañía sin ningún artefacto que las obligue a mirar y a permanecer en otra realidad, en una especie de Matrix en la que ya ha empezado a vivir el ser humano.

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Lo peor de todo es que no veo remedio…

 

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